Los mercados de renta fija han tenido que lidiar con muchos «términos de moda» desde la llegada del COVID: reflación, inflación, transitorio, recesión y viraje son tan solo algunos de ellos. El 2022 ha sido difícil para los inversores, ya que el contexto macroeconómico ha cambiado de forma dramática muchas veces, mientras los principales bancos centrales se embarcaban en un frenesí de endurecimiento monetario.

A comienzos de año, se hablaba con optimismo de que la demanda de bienes y servicios aumentaría al reducirse los efectos adversos del COVID. La creencia de los inversores en la reflación se disipó tan pronto como comenzó después de que la invasión rusa de Ucrania elevase los precios de los alimentos y las materias primas y suscitase el temor a una inflación galopante. Eso derivó muy pronto en inquietudes de recesión, ya que la inflación generalmente erosiona el poder adquisitivo. Los rendimientos de los bonos se dispararon a finales del verano después de que los gobiernos, queriendo amortiguar el impacto del encarecimiento de la energía, terminaran estimulando, sin querer, la economía mientras los bancos centrales batallaban para contener la inflación en otro frente.

A la vista de las turbulencias de este año, es importante evaluar las perspectivas de la renta fija de cara a los próximos meses. Ciertamente, se han producido algunas mejoras en cuatro de las cinco áreas problemáticas que han preocupado a los mercados financieros en 2022. Los bancos centrales han endurecido enormemente las condiciones monetarias para contener la espiral inflacionista y eso se refleja en los precios de mercado, los precios de la energía han caído, los gobiernos han reconocido lo absurdo de inyectar más liquidez durante un periodo de inflación elevada y China parece estar suavizando sus rigurosas políticas de contención del COVID. Sin embargo, las tensiones del mercado laboral siguen planteando un dilema a las autoridades.
Perspectivas de Inversión 2023: ¿En camino a un aterrizaje suave?
Controlar la inflación
La inflación marcó máximos de varias décadas a comienzos de este año. Un periodo sostenido de inflación fuera de control habría minado la credibilidad de los bancos centrales, perjudicado el crecimiento y mermado los ingresos reales. Los bancos centrales están estudiando la relación entre crecimiento e inflación y no están dispuestos a arrojar a sus economías a la recesión. Creemos que los bancos centrales podrían tolerar una inflación más elevada durante más tiempo en lugar de intentar reducirla hasta el 2% a corto plazo, ya que endurecer demasiado las condiciones monetarias podría inducir una fuerte contracción del crecimiento. Es evidente que los bancos centrales aceptarán una desaceleración gradual de la inflación mientras se mantenga bajo control.

El índice de precios al consumo de EE. UU. ya emite señales de que la inflación está desacelerándose. Las cadenas de suministro, que generaron tensiones en muchos sectores durante la pandemia, están mejorando y la subida del dólar ha ayudado a mantener bajos los precios de las importaciones en la mayor economía del mundo.
Descenso de los precios de la energía
Otra buena noticia para los mercados de renta fija es el abaratamiento de la energía. Los precios de la gasolina en EE. UU. han descendido alrededor de un 18% desde el verano y, en Europa, los precios del gas natural han caído, debido en parte a unas condiciones meteorológicas más suaves en otoño. El carbón, que fue una solución alternativa para muchos países, también se ha abaratado. El alivio en el plano energético ayudará a calmar en cierta medida el nerviosismo de los gobiernos con la inflación. El revés sufrido por Rusia en el campo de batalla está resultando ser favorable en este sentido. El expansionismo ruso se ha topado con un muro y no esperamos que la situación empeore.
Las ayudas fiscales confunden a los vigilantes de la inflación
Mientras que los bancos centrales estaban claramente enfocados en combatir el alza de los precios, el gasto sin objetivo de los gobiernos después del verano agravó los problemas que se estaban gestando en el plano de la inflación. El aumento de los rendimientos de los bonos, sobre todo en el Reino Unido, también puso de relieve los peligros de un gasto imprudente que podría causar inestabilidad financiera.. Las señales de riesgos en las cuentas públicas sostuvieron la tendencia alcista del dólar estadounidense, tensionando con ello a los importadores de energía. Una grave crisis en el coste de la vida está golpeando a los consumidores de todo el mundo y se espera que los gobiernos ayuden a amortiguar el impacto. Sin embargo, los gobiernos parecen haber aprendido una lección de su experiencia este año, ya que el endurecimiento sin control de las condiciones financieras derivadas del gasto fiscal sin control puede hacer más mal que bien.
Estímulos en China
La restrictiva política de China para contraer la propagación del COVID lleva tiempo provocando alteraciones en la economía. Pero su enfoque parece estar cambiando y alrededor del 70% de la población está vacunada. El país ha comenzado a reducir las restricciones a los viajes diplomáticos y son menos duras con las aerolíneas que traen casos de COVID a territorio chino. Aunque el gobierno central mantiene un tono duro, las administraciones locales están adoptando y llevando a la práctica un enfoque más flexible. La relajación de esta política, aunque sea incipiente, es una señal alentadora.
La encrucijada laboral
Un indicador muy seguido que no ha cambiado mucho es la rigidez del mercado laboral, que sigue siendo un generador de inflación. Sectores como la hotelería, la gastronomía, las aerolíneas y el ocio siguen sufriendo una escasez de trabajadores. Sin embargo, las autoridades pueden tratar de orquestar un aterrizaje suave —crecimiento más lento, más desempleo sin despidos masivos y mercados estables— si el resto de los factores mencionados se mantienen bajo control y sostienen los mercados. Eso no quiere decir que no existan riesgos. Por ejemplo, una reapertura a gran escala de China podría provocar un aumento de los precios de la energía, lo que, a su vez, mantendría la inflación en niveles más elevados.

A más largo plazo, los acontecimientos de los últimos meses son una llamada de atención a las economías occidentales. La incertidumbre geopolítica engendrada por la invasión rusa y las tensiones entre EE. UU. y China, así como las alteraciones provocadas en las cadenas de suministro durante el COVID, obligarán a Occidente a centrarse de nuevo en el sector manufacturero y también en la seguridad de sus cadenas de suministro a largo plazo.
La cautela está justificada, pero abundan las oportunidades
A la vista de las medidas para contener la inflación a lo largo del año, esperamos que el crecimiento se frene durante los próximos meses. Esperamos que los bancos centrales adopten un enfoque mesurado con el objetivo de mantener la inflación bajo control, incluso si se mantiene en niveles más elevados que el 2% deseado. Los bancos centrales van a mantener una elevada flexibilidad en lo que respecta a la política monetaria. Los impulsos al crecimiento siguen estando sostenidos por la buena situación económica de las familias, que han reducido su endeudamiento desde la crisis financiera mundial y también han elevado su ahorro durante el COVID. Los niveles de empleo siguen siendo elevados y si la inflación se contiene con éxito, las rentas reales aumentarán, lo que podría estimular la demanda. Los gobiernos también terminarán gastando en seguridad nacional, en la transición ecológica y en la mejora de las cadenas de suministro.

Este tira y afloja entre el crecimiento y la inflación hace que el entorno siga siendo inestable. Por lo tanto, esperamos que los tipos de interés se mantengan en niveles más elevados durante más tiempo, lo que limitará cualquier recuperación de los bonos en EE. UU. y otros mercados desarrollados, y que el dólar estadounidense caiga desde unos niveles elevados. En este escenario, consideramos muy atractivas las monedas de los mercados emergentes de países ricos en recursos naturales, como Brasil, Sudáfrica y México, así como su deuda en moneda nacional. También nos gustan los bonos convertibles contingentes y la deuda emitida por los países de la periferia europea, como Italia y Grecia.

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