Perspectivas para 2024: Tres ideas para los inversores en renta fija
Matt Morgan afirma que, tras un periodo difícil en la renta fija, el entorno macroeconómico ha cambiado y es hora de que los inversores vuelvan a considerarla. A continuación, ofrece tres ideas.
Actualmente, el bono a 10 años ha vuelto a caer más de un 0,5% después de llegar al 5% en octubre, la deuda corporativa sigue rentando más que en toda la década anterior y se pronostica una recesión. Los mercados de renta fija descuentan tres recortes de tipos en 2024. Entiendo perfectamente el escepticismo de los lectores que se pregunten qué ha cambiado esta vez.
Señalaría que nos encontramos en un momento diferente, a pesar de que el patrón resulte familiar. La inflación está dando un respiro a los bancos centrales y tendría que producirse una crisis para que los tipos de referencia subieran mucho más. De hecho, aunque la pregunta sobre la volatilidad de los títulos del Tesoro de EE. UU. el año pasado era dónde tocarían techo los tipos, este año ha girado en torno a cuánto tiempo se mantendrán en los niveles actuales. Así pues, hemos avanzado.
La historia sugiere que la deuda corporativa obtiene sus rentabilidades totales más sólidas en términos absolutos a partir de estos niveles y, comparada con la renta variable, es atractiva. El mercado de bonos High Yield se mueve por encima de la rentabilidad por beneficios prevista a 12 meses de la renta variable, hasta un punto que generalmente solo vemos en periodos de tensiones.
Claramente, el miedo que está poniendo freno a los flujos de inversión en esta clase de activos es el riesgo de recesión y la historia está del lado de los bajistas: los aterrizajes suaves son tan inusuales como un burro que vuela. El guión típico de debilidad en el sector manufacturero, presiones en la vivienda, desaceleración del consumo y destrucción de empleo sigue intacto, pero está tomándose su tiempo. También es cierto que los datos de crecimiento y empleo marchan bien por ahora y el gasto público está impulsando el consumo en un grado que pocas veces se ha visto en periodos de paz. ¿Cuánto puede durar eso?
Donde somos más optimistas que otros es en la dinámica de la oferta. Aunque es cierto que los déficits son enormes y que la demanda del extranjero está disminuyendo, existen enormes conjuntos de activos institucionales y minoristas que están poco expuestos a deuda pública desde una óptica histórica y están aparcados tanto en renta variable como en liquidez. El potencial para que las compras tiren a la baja de los rendimientos es muy grande, como hemos empezado a ver durante las últimas semanas.
Usar la recesión como excusa para aplazar una inversión es entendible, pero una mala idea. El peor error que comete el inversor tipo no es llegar a la fiesta pronto y aguantar una conversación incómoda con el anfitrión; es llegar tarde, cuando ya se ha terminado el primer plato y la mitad de los invitados están a otra cosa. Acertar con los tiempos del mercado no es fácil. Aquí van tres ideas:
1) Asegurarse rendimientos ahora, pero evitar a toda costa los impagos.
Aunque en 2022 y 2023 lo que se oía en la renta fija era que la deuda pública no diversificaba el riesgo crediticio, pensamos que esa situación se invierte en un entorno de recesión: actualmente, se obtiene una remuneración adecuada por una cobertura contra la recesión. La combinación de rendimientos elevados y duración es atractiva, en nuestra opinión.
2) Comprar mercados emergentes, pero con cabeza
Nos sigue gustando la deuda corporativa, sobre todo la exposición al crecimiento emergente, como en telecomunicaciones, servicios públicos y bancos. Existe un alto rendimiento en empresas sólidas o países que se benefician de temáticas internacionales, como la repatriación de industrias cerca de las fronteras nacionales. La clave es recordar que los países emergentes gozan de mucha mejor salud, con más deuda en moneda nacional y una base de activos nacionales más fuerte que hace 20 años.
3) No olvidar los activos alternativos
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