Tras un año de sucesos meteorológicos devastadores en todo el mundo (incendios forestales en el círculo polar ártico, sequías en un país subtropical como Taiwán y fuertes heladas en la polvorienta Texas), el cambio climático está copando la atención del público. El coste de la inacción es ahora mayor que nunca; así, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente calcula que el coste mundial derivado de la adaptación a los impactos del cambio climático oscilará entre 140.000 y 300.000 millones de dólares al año en 2030. Eso ha elevado enormemente la presión sobre los gobiernos y las empresas para que pongan en marcha políticas que aborden el cambio climático.

 

Con carácter anual, la ONU reúne a representantes de todo el mundo en una cumbre del clima conocida como Conferencia de las Partes (COP, por sus iniciales en inglés). La COP 26 es la próxima conferencia anual de la ONU sobre el cambio climático y se celebra en Glasgow a finales de este mes. El objetivo de la conferencia es acelerar la transición hacia un futuro con bajas emisiones de carbono que mantenga el incremento de la temperatura del planeta en un máximo de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.

Huellas de carbono

Entonces, ¿qué buscamos en la COP 26? Después de un abrumador y alarmante informe del IPCC que puso de relieve que la temperatura del planeta ya ha subido 1,2 °C, un debate en la Asamblea General de la ONU en el que se avanzó en materia de carbón y financiación climática, y el envío de cartas por parte de la FCA instando a los directivos a actuar y a aponer de relieve sus esfuerzos, la descarbonización debe convertirse en una prioridad urgente. La descarbonización es el proceso por el cual se reducen las emisiones de dióxido de carbono del mundo de manera que, tal y como se indica en el escenario Net Zero by 2050 de la Agencia Internacional de la Energía, la economía mundial pueda duplicar su tamaño con un 8% menos de demanda energética cubierta en dos terceras partes por energías renovables. Eso puede conseguirse mediante la transición a fuentes de energía con bajas emisiones de carbono, como la eólica y la solar, en sustitución del carbón y el gas, así como mejoras considerables en la eficiencia energética y cambios de comportamiento. La descarbonización es esencial para alcanzar los niveles de temperatura en el planeta fijados por el Acuerdo de París y el compromiso formulado por el gobierno británico para conseguir cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050. El coste de emitir una tonelada de carbono se sitúa en máximos históricos (64 euros, en el momento de redactar este artículo), cuando antes del año pasado apenas superaba la barrera de los 30 euros. Las emisiones de carbono están en camino de convertirse en un coste para las empresas, en lugar de un subproducto. A medida que aumenta el precio del carbono, mayor es el incentivo para que las empresas cambien a formas de energía menos contaminantes y reduzcan sus emisiones de carbono en toda la cadena de valor.

 

Desde nuestra perspectiva como inversores, el precio del carbono debe integrarse en última instancia en los precios de todos los activos a medida que el coste supera los límites de la externalidad para convertirse en un coste interno del negocio. Una COP 26 cerrada con éxito será un paso importante para poder evaluar el impacto medioambiental de una empresa de forma transparente e integral. Un aspecto importante es que contribuirá a poner en marcha indicadores normalizados. Eso reviste una enorme importancia para los inversores sostenibles, ya que si se puede medir algo, puedes empezar a gestionarlo.

El precio del carbono ha alcanzado máximos históricos en 2021

The price of Carbon has hit record highs in 2021

Rumbo a un nuevo mundo

La forma en que las empresas con altas emisiones afrontan la transición hacia una economía con bajas emisiones es una cuestión profundamente estratégica, tanto en el contexto de sus productos y servicios como en el de su funcionamiento interno. Cuando lo abordamos en un contexto de inversión, debemos considerar los diferentes alcances de las emisiones de carbono, en qué parte de la cadena de valor aparecen y cuáles serán las implicaciones de las diferentes trayectorias de reducción de las emisiones para los ingresos de una empresa, sus costes, su posicionamiento competitivo y, en última instancia, su existencia misma.

 

Cuando consideramos qué hará una empresa, como inversores debemos analizar la estrategia corporativa. Comprometerse a alcanzar la neutralidad en emisiones o cumplir con el Acuerdo de París es un primer paso importante, pero para convencernos realmente necesitamos ver un mayor número de empresas que presenten planes detallados, creíbles e irreversibles sobre cómo conseguirán una descarbonización sostenible. Estos tendrán que estar respaldados por objetivos a corto, medio y largo plazo con base científica, tanto para las propias emisiones como para los hitos de su estrategia y su asignación de capitales. Sin ello, estos compromisos corren el riesgo de ser promesas vacías y fácilmente revocables por futuros consejos de administración y los comités ejecutivos que se designen. En nuestra condición de inversores responsables, tratamos de conseguir que los ahorros de los clientes tengan un efecto real sobre el mundo y lo hacemos centrándonos en cómo las empresas descarbonizan sus propias actividades en sintonía con el Acuerdo de París y en cómo pueden ayudar a otras a reducir sus emisiones.

Cuestiones fundamentales

¿Qué significa esto para la inversión sostenible? Creo que dos son los resultados clave que deberían concitar la atención de los inversores sostenibles. En primer lugar, la COP 26 incidirá en la urgencia de abordar el capital en riesgo por las emisiones de carbono y para nosotros, como administradores responsables de los ahorros de nuestros clientes, es esencial distribuir el capital en sintonía con el Acuerdo de París a través de una cartera con bajas emisiones de carbono que permita un escenario climático de 1,5 °C. En este sentido, consideramos que eso coloca a nuestros clientes a la vanguardia de esta transición urgente.

 

Finalmente, esperamos que los nuevos fundamentos para promover la divulgación de riesgos financieros relacionados con el clima estén más normalizados y que aumente su calidad. En combinación con las políticas más claras que cabe esperar para los próximos años, los inversores deberían poder tener más confianza a la hora de incorporar los costes del cambio climático a sus modelos de valoración y apreciar los efectos directos de pagar por el carbono en la base de costes de una empresa. El coste del capital debería aumentar para las empresas con altas emisiones.

 

En esencia, creemos que invertir en empresas bien gestionadas con modelos de negocio sostenibles se traduce en mejores rentabilidades a largo plazo para nuestros clientes y contribuye a facilitar la transición a un mundo más justo. La COP 26 lo trasladará al primer plano y ayudará a acelerar los cambios que llevamos viendo algunos años. Como gestores de fondos, es importante que ayudemos a nuestros clientes a entender que la asignación de capitales puede desempeñar un papel clave a la hora de impulsar cambios para un mundo mejor y cómo sus ahorros pueden brindar resultados reales para el planeta, para la sociedad y para su bolsillo.

The value of active minds: pensamiento independiente

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