Carteras 60-40: ¿Una silla de dos patas?
Las asignaciones tradicionales a posiciones exclusivamente largas en renta variable y renta fija podrían ser menos óptimas para las carteras que incorporar inversiones alternativas, escribe Amadeo Alentorn, responsable de inversiones del área de Renta Variable Sistemática de Jupiter.

Muchos inversores siguen aferrados a una asignación tradicional consistente en un 60% renta variable y un 40% renta fija, pero esta forma convencional de diseñar una cartera, en nuestra opinión, les hace estar expuestos a riesgos significativos.
La motivación sobre la que se sustenta la cartera 60-40 típica es la diversificación, es decir, la esperanza de que cuando las acciones caigan, los bonos, al ser otra clase de activos diferente, evolucionen de forma distinta y lo compensen. Buscar diversificación siempre es sensato, pero nosotros sugerimos que configurar una cartera con tan solo dos clases de activos (posiciones largas en acciones y bonos) no ofrece suficiente diversificación. Esperar que una exposición 60-40 proteja a los inversores frente a las caídas de los mercados es como intentar sentarse en una silla con dos patas: uno se cae con bastante frecuencia, como es natural.
El mal comportamiento simultáneo de las acciones y los bonos en 2022 —un año en el que mostraron una correlación positiva— ha generado dudas a muchos inverspres sobre las configuraciones 60-40. Sin embargo, lo que algunos podrían no apreciar del todo es con cuánta frecuencia en la historia han generado rentabilidades negativas las carteras basadas en esta asignación tradicional.
Si nos remontamos casi un siglo, de 1928 a 2022, vemos que una cartera expuesta en un 60% al índice S&P 500 y en un 40% a la rentabilidad del bono del Tesoro estadounidense a 10 años habría cosechado una rentabilidad negativa en 21 años naturales distintos. Eso supone entre una cuarta y una quinta parte del número total de años naturales. Si te caes de una silla cada cuatro o cinco veces que te sientas en ella, podrías llegar a la conclusión de que está mal diseñada.
La asignación de activos tradicional está fallando a los inversores
2022 fue el tercer peor año para la cartera 60-40 de ese largo periodo. Los tres peores años fueron 1931, 1937 y 2022. Los dos peores años se encuadran en la Gran Depresión, que comenzó con el hundimiento de Wall Street de 1929 y duró hasta 1939. En 1931, el S&P 500 cayó con fuerza y el bono estadounidense a 10 años registró un ligero descenso, mientras que en 1937 este cerró con avances moderados, pero no pudo hacer nada para compensar la enorme caída de la bolsa ese año. La crisis petrolera de 1974 fue un caso similar: aunque el bono estadounidense a 10 años registró ganancias, no compensó ni de lejos el desplome de la bolsa. 2008, el año de la gran crisis financiera, fue bastante diferente: se produjo una huida hacia la deuda pública y el bono del Tesoro estadounidense a 10 años ganó un 20,1%, lo que compensó la caída del S&P 500 (-36,6%), aunque las pérdidas de una cartera 60-40 siguieron siendo considerables, concretamente, el quinto peor resultado de nuestra lista.
Tal vez sorprenda saber que 2022 fue el tercer peor año de nuestra lista, dado que la situación económica ese año no fue ni por asomo tan desesperada como en la Gran Depresión de la década de 1930 o la crisis hipotecaria y bancaria de 2008. Son dos las razones principales por las que la cartera 60-40 se comportó tan mal en 2022. En primer lugar, las cotizaciones bursátiles habían subido como la espuma durante la segunda mitad de 2020 y todo 2021. En segundo lugar, en la primavera de 2021 la Reserva Federal de EE. UU. dio un brusco golpe de timón para luchar contra una inflación desbocada subiendo los tipos de interés y eso convulsionó a los mercados de renta fija, que venían de un periodo prolongado de tipos de interés muy bajos. Los bonos no consiguieron ofrecer ninguna diversificación. La caída de la bolsa en 2022 estuvo acompañada de la peor cifra de rentabilidad en un año natural (-17,8%) en los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años en todo el periodo comprendido entre 1928-2022. (La mayor parte de las caídas más fuertes en el bono estadounidense a 10 años se han producido durante las últimas décadas: 2013, 2009, 1999 y 1994; antes de la década de 1970, la volatilidad fue mucho menor.)
Entre 1928 y 2022, hubo seis años naturales en los que la cartera 60-40 sufrió pérdidas de dos dígitos y otros 15 años en los que se anotó pérdidas de un dígito. ¿Estas pérdidas de valor fueron temporales? No. Alrededor de la mitad (10) de los 21 años naturales con pérdidas en la cartera 60-40 no fueron años aislados. Todos los períodos de años con pérdidas duraron solo dos años naturales, excepto el período de cuatro años de 1929-1932 tras el hundimiento de Wall Street.
A continuación, figuran los mismos datos anuales que en la tabla anterior sobre el periodo 1928-2022, pero ordenados de la peor rentabilidad (a la izquierda) a la mejor en años naturales. Aunque la cartera 60-40 obtuvo una rentabilidad positiva (negro) la mayoría de los años y, de media, es positiva (+8,9%, la línea gris), se caracterizó por su potencial para anotarse graves pérdidas de valor (los años de caídas que se muestran en rojo a la izquierda).
La punzada oculta
El problema de la cartera 60-40 es que, en nuestra opinión, no conlleva suficientes fuentes de diversificación. En su lugar, los inversores podrían considerar la inclusión en sus carteras de una gama de clases de activos más amplia que las posiciones largas en acciones y bonos.
El Jupiter Merian Global Equity Absolute Return Fund (GEAR) es un fondo de renta variable neutral al mercado. Desde su lanzamiento el 30 de junio de 2009, su rentabilidad anualizada (clase de participaciones I USD Acc) ha sido del 4,9% y su volatilidad anualizada ha sido de tan solo el 5,2% (a 31 de diciembre de 2022). La volatilidad es alrededor de tres veces más baja que la de las bolsas, lo que sugiere que el GEAR es sustancialmente diferente de una clase de activos como la renta variable long-only. Los datos sobre correlaciones lo confirman: desde su lanzamiento, el GEAR ha registrado una correlación muy baja tanto con la renta variable global como con la renta fija global. A 31.12.2022, la correlación del GEAR (USD I) desde su lanzamiento con el índice MSCI World NR en dólares estadounidenses (un índice de renta variable global) es del -0,10. Un aspecto interesante es que el GEAR también ha mostrado una correlación baja con los bonos; así, su correlación con el índice JPM GBI Global Total Return Hedged (del 01.07.2009 al 31.12.2022) se sitúa en -0,09. (La correlación es un indicador que oscila entre +1 y -1, por lo que las cifras próximas al cero indican activos descorrelacionados.)
Por lo tanto, el GEAR ha ofrecido una buena fuente adicional de diversificación frente a las acciones y los bonos. Incorporar el GEAR a una cartera de acciones y bonos es como darle a esa cartera una tercera dimensión.
Naturalmente, incorporar el GEAR a una cartera 60-40 solo podría servir para atenuar una caída muy acusada de las bolsas, no para corregirla completamente, pero atendiendo a los 13 años de historial del fondo, sí ha ayudado, como se observa en el gráfico que figura a continuación.
El gráfico anterior muestra la rentabilidad (eje vertical) y el riesgo (volatilidad) (eje horizontal) de varias carteras (los puntos). Las carteras en azul están formadas en varias proporciones por renta variable (representada por