Tener activos descorrelacionados en una cartera es una de las formas más potentes de reducir el riesgo global sin rebajar necesariamente las rentabilidades previstas. Cuando un activo experimenta un mal comportamiento, otro activo descorrelacionado se mantiene estable o incluso registra ganancias. Eso puede contribuir a suavizar los altibajos de la cartera. Puesto que los activos descorrelacionados generalmente no se mueven al unísono, la volatilidad global de la cartera debería ser, en teoría, más baja que la de sus componentes.
Amadeo Alentorn habla sobre la importancia de la diversificación
Amadeo Alentorn, responsable del área de renta variable sistemática.
Los mercados han sido tremendamente cambiantes durante los últimos meses y esta situación podría prolongarse en 2026. En 2024-2025, un ciclo de mercado completo, que normalmente cabría esperar que se desarrollara a lo largo de varios años, se comprimió en un periodo relativamente breve. Después de registrar un buen comportamiento durante la segunda mitad de 2024, los Siete Magníficos (los valores tecnológicos estadounidenses de mayor capitalización: Alphabet, Apple, Amazon, Meta, Microsoft, Nvidia y Tesla) cayeron con fuerza a finales de diciembre de 2024 y las acciones value experimentaron un movimiento al alza. El 2 de abril de 2025 (Día de la Liberación), el presidente Trump anunció sorpresivamente unos aranceles elevados sobre las importaciones. La renta variable reaccionó con caídas, pero rebotó cuando la administración estadounidense anunció una suspensión de los aranceles. La siguiente rotación del mercado —desde la calidad hacia el value— se produjo durante el verano de 2025, cuando un frenesí por las «acciones meme» se apoderó de los inversores particulares y de las redes sociales.
¿Cómo deberían los inversores enfrentarse a las rápidas rotaciones de los mercados? En primer lugar, es importante contar con una ponderación dinámica en diferentes estilos de inversión, como el growth, el value y la calidad, además de considerar el sentimiento a corto plazo y las señales de los precios. En segundo lugar, los inversores deberían articular carteras que garanticen la diversificación frente a las bolsas.
Tradicionalmente, los inversores han buscado diversificación combinando bonos y acciones. La cartera 60-40 destina el 60% a renta variable y 40% a renta fija. Sin embargo, durante los últimos años la correlación entre las acciones y los bonos ha aumentado, lo que ha erosionado o incluso eliminado la ventaja de la diversificación. A largo plazo, la cartera 60-40 ha fallado a los inversores en uno de cada cinco años.
La asignación de activos tradicional ha fallado a los inversores en uno de cada cinco años
Cartera 60-40: 60% S&P 500 y 40% bonos del Tesoro de EE. UU. a 10 años. Rentabilidades totales, 1928-2025.
Un enfoque neutral al mercado en renta variable puede ofrecer una correlación baja con las acciones y los bonos. Ello se debe a que la cartera de posiciones largas y la cartera de posiciones cortas están en equilibrio, con la intención de ser inmunes frente a los movimientos de las bolsas, al alza o a la baja. Una estrategia neutral al mercado trata de generar rentabilidades a partir del alfa, no la beta. En un mercado a la baja, la cartera de posiciones cortas puede generar una contribución positiva, aunque la cartera de posiciones largas sea negativa. En un mercado al alza, la cartera de posiciones largas puede realizar una contribución positiva, aunque la cartera de posiciones cortas sea negativa. Cuando una cartera es positiva y la otra negativa, la diferencia relativa entre ellas determina la rentabilidad total. Eso significa que las rentabilidades pueden estar descorrelacionadas con las bolsas, lo que aporta la diversificación que necesitan los inversores.
Mark Nash habla sobre replantearse el entorno macroeconómico
Mark Nash, gestor de inversiones del área Global Macro Solutions.
En 2025, la excepcionalidad económica de EE. UU. comenzó a desvanecerse. EE. UU. ha perdido su capacidad para crecer significativamente más rápido que otros países, una tendencia que probablemente se mantenga en 2026. Gran parte de estos perjuicios son autoinfligidos, derivados de las políticas diseñadas por las autoridades estadounidenses. Los aranceles se han traducido de forma efectiva en un gran impuesto a los consumidores y empresas estadounidenses que presiona los márgenes de beneficio y erosiona la demanda. Entretanto, el freno a la inmigración en EE. UU. ha tensionado el mercado laboral reduciendo la oferta y, al mismo tiempo, eliminando una importante fuente de poder adquisitivo. Juntas, estas fuerzas están debilitando tanto el lado de la demanda como el de la oferta en la economía estadounidense.
Los últimos datos muestran que la demanda está llevándose la peor parte. La creación de empleo se ha frenado de forma acusada, el desempleo está subiendo y la inflación está dejando de ser la principal preocupación. Ahora las perspectivas están dominadas por el crecimiento débil, no el sobrecalentamiento. Eso da a la Reserva Federal estadounidense (Fed) margen para relajar aún más la política monetaria. Dado que la economía necesita estímulos constantes, los tipos de los bonos probablemente desciendan y el dólar debería depreciarse de forma estructural.
Los inversores han estado buscando un depósito alternativo de valor a medida que se ha ido reduciendo la confianza en el crecimiento y las políticas de EE. UU. Las demás divisas aún no han logrado plantar cara al dólar, lastradas por sus propias dificultades fiscales y comerciales, por lo que el oro se ha convertido en la moneda preferida. Todo ello se suma a los indicios de que la excepcionalidad de EE. UU. se está desvaneciendo, dando así lugar a oportunidades en activos distintos del dólar, como los mercados emergentes, y respaldando la opinión de que los rendimientos tienen que bajar y no subir.
Más importante aún es que han aparecido oportunidades para la inversión macro global. Las caídas del dólar traen consigo tanto oportunidades direccionales en mercados con poca presencia en las carteras como también correlaciones más bajas entre títulos de deuda pública, lo que permite configurar una cartera mucho más sólida.
La inteligencia artificial (IA) abre otra dimensión. La IA promete una enorme mejora de la productividad y una transformación positiva de la oferta, pero a corto plazo amenaza con desplazar a los trabajadores más rápido de lo que las nuevas industrias pueden absorberlos. Para que la IA sostenga el crecimiento en lugar de coartarlo, la administración debe contribuir a facilitar el reciclaje profesional, la inversión y el gasto en inmovilizado. Para eso se necesitan tipos más bajos, un dólar más débil y un entorno que fomente la confianza empresarial.
IA: desempleo y menor inflación
Adopción de la IA frente a variación del desempleo por sector.
EE. UU. podría recuperar su halo de excepcionalidad económica, pero por ahora se encuentra en una fase de transición, marcada por un crecimiento más débil, una política monetaria más expansiva y un mundo que busca nuevos depósitos de valor.
Ned Naylor-Leyland habla sobre el oro y la plata como activos descorrelacionados
Ned Naylor-Leyland, gestor de inversiones del área de oro y plata.
Cuando hablamos sobre el oro y la plata como activos descorrelacionados, debemos considerar varios puntos. En primer lugar, el oro y la plata son instrumentos monetarios o metales monetarios, no son acciones o bonos.
El precio del oro no está determinado primordialmente por las bolsas o los mercados de renta fija. En el caso del oro, lo importante es la política de tipos de interés de los bancos centrales y, en particular, la dirección de los tipos reales. El precio del oro tiende a moverse a la inversa de los tipos de interés reales, o el rendimiento de un bono después de ajustarlo por la inflación.
Si la Reserva Federal de EE. UU., que es el banco central más importante para los mercados financieros, se dispusiera a recortar los tipos, como se prevé que haga en 2026, eso sería positivo para el oro, porque eso tendería a rebajar los tipos reales.
Históricamente, el oro ha actuado como depósito de valor en periodos de volatilidad en los mercados, inestabilidad geopolítica e incertidumbre económica, y en este sentido se ha comportado de forma diferente a las acciones y los bonos.
En mi opinión, la actual racha alcista del oro se ha apoyado en la caída de los tipos reales, la depreciación del dólar y las dudas del mercado sobre las implicaciones derivadas del aumento de la deuda de la administración estadounidense, el coste de los intereses sobre esa deuda y el impacto sobre los bonos del Tesoro estadounidense.
Los bancos centrales del mundo han aumentado sus compras de oro durante los últimos tres años, citando como razones principales para esas compras el comportamiento del metal amarillo en tiempos de crisis, sus propiedades de diversificación de carteras y su cobertura frente a la inflación, de acuerdo con la encuesta a los bancos centrales del Consejo Mundial del Oro1.
En septiembre, el director de inversiones de Morgan Stanley, Mike Wilson, apuntó que una cartera 60-20-20 (60% acciones, 20% bonos y 20% oro) sería una cobertura más eficaz contra la inflación que la cartera 60-40 tradicional2.
El efecto que se consigue cuando se incorpora el oro a una cartera de acciones y bonos
Referencias
1Consejo Mundial del Oro, 17.06.2025. Central Bank Gold Reserves Survey 2025 | World Gold Council
2Reuters, 16.09. 2025. https://www.reuters.com/markets/wealth/morgan-stanley-cio-favors-602020-portfolio-strategy-with-gold-inflation-hedge-2025-09-16/
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